sábado, 14 de abril de 2012

Mi amigo Bilbo







Amigo mío cuánto has cambiado, desde que te vi por primera vez. 
Eras viejo, sucio y oscuro, sobretodo oscuro, creo que nunca vi luz en tu cara, solo sombras.
Recuerdo el desasosiego que me provocabas en  tu estación de tren,  hace más treinta años.
Aquella ría de color indescriptible que sólo arrastraba fango y hedor. 
Me decían que te iba bien, me hablaron de tus operaciones de estética, de que realizaste inversiones millonarias y de lo orgullosa que está la gente de ti.
Quedamos en el café de la vieja estación y hablamos de lo nuestro.
No hubieron disculpas, no hubieron reproches, dejaste que te mirara con otra mirada, la de mi cámara. 
Me hablaste de lo infeliz que eras en aquel tiempo.
De como se descomponía el agua en tu ría, por los vómitos que unos cuántos arrojaban en nombre de libertades.
De como el cielo castigaba severamente tu pueblo día tras día quejándose amargamente.
Ahora que láminas de titanio iluminan tu cara y tus gentes vuelven a sonreir, te quiero más, amigo Bilbo.



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